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Reunión de noviembre: La donación

Os ponemos el resumen que han hecho María y Pedro, los que prepararon la reunión de este mes, y una historia que nos han enviado Angela y Nacho que ayuda a comprender bien la entrega generosa de los esposos.


CUARTA CLAVE: “LA DONACIÓN DENTRO DEL MATRIMONIO”


Para este resumen nos hemos basado en las experiencias puestas en común en la reunión del 15 de noviembre.

Hemos visto como en los matrimonios el egoísmo y la comodidad aparecen constantemente para entorpecer la comunión de los esposos. La dedicación hacia el otro se ve enturbiada tantas veces por la necesidad que tenemos de ser el centro en todo momento. El demonio nos tienta con eso que tanto nos gusta el “YO”.

Como hemos podido ver es imposible poder donarse dentro del matrimonio sin la ayuda del Señor. No está en nuestras fuerzas poder hacerlo, sin embargo para Dios todo es posible ( Mt 19,26).

En otro orden de cosas, recordad que acordamos como ayuda a nuestro matrimonio leer “La Humanae Vitae”

No se trata de aplicarla como una ley, si no de ponernos de cara a Dios e intentar discernir qué es lo que quiere de nosotros. Esperamos que su lectura nos ayude a entrar en la historia que Dios quiere hacer con cada uno de nosotros.




Historia.- Era un matrimonio pobre. Ella hilaba a la puerta de su choza pensando en su marido. Todo el que pasaba se quedaba prendado de la belleza de su cabello, negro, largo, como hebras brillantes salidas de su rueca. Èl iba cada día al mercado a vender algunas frutas. A la sombra de un árbol se sentaba a esperar, sujetando entre los dientes una pipa vacía. No llegaba el dinero para comprar una pizca de tabaco.


Se acercaba el día del aniversario de la boda y ella no cesaba de preguntarse qué podría regalar a su marido. Y, además, ¿con qué dinero?

Una idea cruzó su mente. Sintió un escalofría al pensarlo, pero al decidirse, todo su cuerpo se estremeció de gozo: vendería su pelo para comprarle tabaco.

Ya imaginaba a su hombre en la plaza, sentado ante sus frutas, dando largas bocanadas a su pipa: aromas de incienso y de jazmín darían al dueño del puestecillo la solemnidad y prestigio de un verdadero comerciante.

Sólo obtuvo por su pelo unas cuantas monedas, pero eligió con cuidado el más fino estuche de tabaco. El perfume de las hojas arrugadas compensaba largamente el sacrificio de su pelo.

Al llegar la tarde regresó el marido. Venía cantando por el camino. Traía en su mano un pequeño envoltorio: eran unos peines para su mujer. Los acababa de comprar, tras vender su pipa.